Esa noche salí con Danny, los dos solos, teníamos una cita pendiente, y era el momento para recuperarlo. Sentados en una puerta cualquiera del centro de Madrid. Juntos. Nuestras manos se entrelazaban. Mis manos jugaban con su pelo. Un beso. Otro beso. Otro más.
Seguimos caminando hasta el hotel. Danny había pedido una habitación, se quedaría en Madrid toda la semana. Entré en la habitación y me apoyé en la puerta.
Suspiro.
Me metí en la ducha, mientras el agua caía por mi cuerpo sonreía. Felicidad. Hacía tiempo que no era tan feliz. Él, solamente él me hacía completamente feliz.
Escuché como llamaban a la puerta. Me envolví la toalla y fui a abrir. Abrí la puerta un poco y vi a Danny, sonrió, abrí la puerta y entró, me besó, suspiró y se sentó en la cama.
- Vengo a hacerte compañía – sonrió, sus ojos brillaban, felicidad. Él era feliz. Y era feliz con él.
- Voy a cambiarme, vengo ahora, y no desordenes nada –antes de irme me agaché a besarle
- Estas bien así, con la toalla solo – me tiró sobre él, no pude resistirme, pero no quería, no sabía, ¿era el momento adecuado?
- Danny…
Un beso. Otro. Acariciaba mi piel con sus manos, me besaba, una y otra vez.
Se sacó la camiseta y besé cada parte de su torso desnudo. Pero se separó:
- ¿Estás segura de esto? Puedo esperar, quiero que sea especial
- Lo va a ser, quiero que sea contigo, ahora, sabes que siendo contigo será especial – me volvía a poner encima suyo y lo besé
Besos. Caricias. Le saqué el pantalón mientras él me quitaba la toalla. Se paró. – Te amo. Solo fueron dos palabras, pero supe que estaba haciendo lo correcto.
Besos.
Caricias.
Risas.
Entró en mí.
Fui suya.
Esa noche, para siempre.
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